Fractura de pierna
Corresponde a la solución de continuidad de la tibia y el peroné. Es una de las fracturas más frecuentes del cuerpo y puede deberse a traumatismos de baja energía como una caída de propia altura o traumatismo importantes como accidentes deportivos o accidentes en la vía pública. Luego del traumatismo, el paciente suele manifestar dolor de diferente magnitud, imposibilidad de caminar o incluso de mantenerse de pie y frecuentemente presentan deformidad y una zona anormal de movilidad. En un porcentaje considerable de casos, la fractura de pierna es expuesta, es decir, se asocia a una herida en los tegumentos que pone en comunicación el foco de fractura con el exterior, aunque NO necesariamente el hueso tiene que verse a simple vista.
Ante este cuadro, la consulta médica es imperativa y urgente ya que existe el riesgo de complicación con el llamado “Sindrome compartimental” en el que la presión dentro de los tejidos aumenta considerablemente hasta un punto donde se pone en riesgo la vitalidad de los tejidos y con ello, la viabilidad del miembro, es decir, se corre el riesgo, aunque bajo, de amputación. Si este cuadro se diagnostica a tiempo, el pronóstico, en general, es favorable.
La atención inicial consiste en inmovilización del miembro, administración de analgésicos, antibióticos y vacuna antitetánica si correspondiese, en el caso de una fractura expuesta.
Luego debemos completar los exámenes complementarios a fin de confirmar el diagnóstico y evaluar el tipo de fractura.
De acuerdo al tipo de fractura, a la localización y al compromiso o no del peroné, sumado a las características del paciente como edad, sexo, enfermedades asociadas, actividad, etcétera, se indicará el tratamiento más adecuado.
Por lo general, las fracturas de los extremos de la tibia y/o el peroné, es decir las que afectan la rodilla o el tobillo, deben ser resueltas en forma quirúrgica.
Aunque la mayoría de las fracturas que NO afectan las articulaciones de la rodilla o el tobillo pueden ser tratadas en forma ortopédica, es decir sin cirugía, por una cuestión de confort del paciente, reinserción a las actividades de la vida diaria, al ámbito laboral y a la rápida recuperación, muchas veces optamos, junto con el paciente, por el tratamiento quirúrgico.
En los casos de tratamiento quirúrgico disponemos de diversas alternativas terapéuticas que indicaremos según la “personalidad de la fractura”. Esas alternativas incluyen clavos endomedulares (clavos que se colocan por una mínima incisión dentro del canal óseo de la tibia), tornillos o placas con tornillos, fijadores externos, etc.
Los procedimientos quirúrgicos los solemos realizar, siempre que el tipo de fractura y las condiciones del paciente lo permitan, con técnicas mini-invasivas que generan una mínima agresión de los tejidos y permiten una rápida y confortable recuperación.
En general, y dependiendo siempre de la “personalidad de la fractura”, el postoperatorio es muy rápido, dinámico y permite una rápida reinserción laboral y deportiva.